Buen 2018

| lunes, 18 de diciembre de 2017 | 16:02


Me despido hasta el año que viene. Aquí les dejo la cúpula geodésica de Richard Buckminster, un proyecto mesiánico, utópico, seguramente imposible de realizar, pero que buscaba proteger a la humanidad de una  hipotética extinción. Esta la diseñó para Manhattan, pero vale para cualquier lugar del planeta. Les deseo un 2018 tan imaginativo y protector como este sueño. Y recuerden pasarse con el champán y los libros, como siempre.

El arte y la ciudad democrática

| viernes, 8 de diciembre de 2017 | 9:51

¿Cómo ayuda el arte en la construcción de la democracia? Ese es el tema de uno de los ensayos más estimulantes que he leído últimamente. Manuel Vázquez Montalbán analizó en su “La literatura en la construcción de la ciudad democrática” una serie de parámetros que configuran la libertad, y se remonta hasta Caín y su ciudad cuadrada, voluntad de orden, de estabilidad, para comenzar un apasionante viaje. Desde la Ciudad de Dios agustiniana, la idea se vuelve progresivamente laica con Bacon, Dante y Campanella, aspirando a la urbe perfectamente organizada de Le Corbusier. En el interregno, Vázquez Montalbán se da un paseo terrible por las utopías socialistas, el esplendor de los años veinte en el Moscú revolucionario con Tatlin, Kandinsky, Chagall, Maiakovski, Rodchenko, Meyerhold, Pasternak, Eisenstein, Filonov, Bunin, Esenin… que conformaron una década prodigiosa, guardianes de una estética revolucionaria hasta que fueron en unos casos laminados y en otros exiliados por el oficialismo de Stalin. La conversión de la imaginación en un pisapapeles. También resulta enjundiosa la reivindicación de la literatura de los cincuenta en España, a menudo ninguneada pero que ya entonces inició la necesaria dialéctica -en muchos casos jugando al escondite con la censura- que coloca los ladrillos de la libertad. La sociedad franquista no era una foto fija, y gracias a la conciencia transformadora que se fue abriendo paso, los Blas de Otero, Cela, Castellet, Aldecoa, Hortelano, Gil de Biedma… se enfrentaron a la escuadra y cartabón oficiales a base de una mirada distante, de una experiencia individual y una mirada crítica. Con la llegada de la democracia las cosas se enredan, el realismo social colapsa, y brotan los faraones del estilo, Benet y Goytisolo, sátrapas y ensimismados, junto con nombres como Mendoza o Marsé, todos en las antípodas de sus respectivas creaciones pero que conspiraban por esa pluralidad, esa libertad estética cuya traducción política era la democracia. Y con ellos llega la neoburguesía, el capitalismo rampante, y los sistemas de control que en el franquismo eran obvios ahora se vuelven invisibles bajo la forma del control de la imagen y la abundancia de bienes, la narcotización del mecanismo placer-insatisfacción-placer. Aquí el arte ha de enfrentarse a un nuevo enemigo, el totalitarismo democrático, cuestionándose las estructuras de una ciudad que se buscó con tanta ilusión como ahínco: la renovación surge de la novela policíaca, la narratividad frente a la pirueta, el retrato moral del nuevo orden social, la denuncia del hipercapitalismo, un cañonazo a la línea de flotación de una literatura tan estética como inoperante. Y esa, como dicen en las películas, es otra historia. En todo caso les animo a leer este ensayo, contiene más sorpresas, confesiones personales, teoría y práctica literaria, consejos… Una joyita, como diría Modiano. 

Lo mejor de los últimos meses

| lunes, 20 de noviembre de 2017 | 12:34


Disco Sally, Fangoria, la versión en directo de Pianissimo. Qué letra.


Una novela que es costumbrismo, ciencia ficción, ensayo político, pero, sobre todo, una gran historia de amor. 


Hipnótica. Una exploración de la psique humana, llena de soledad y otros demonios. 



No sé si es un western, o una peli gótica, o un thriller psicológico... lo único seguro es que el aliento viene de "La noche del cazador". 

El gran mistificador

| miércoles, 8 de noviembre de 2017 | 11:29

Recuerdo un documental sobre el gran mistificador, Donald Rumsfeld, durante el cual le preguntaron acerca de la persona que más le apetecía conocer, y él respondió que al ministro de propaganda de Sadam, el mismo que mientras los tanques americanos estaban a las puertas de Bagdad, dijo literalmente “las tropas norteamericanas han comenzado a suicidarse en los muros de la ciudad. Les conminaremos a que cometan más suicidios rápidamente”. Está claro que entre gitanos no se leen la mano. Traigo esto a colación porque en la batalla constitucionalista que se libra en Cataluña, la guerra del agit-prop la hemos perdido. No quiero citar clichés archisabidos, pero la mentira, la añagaza bien argumentada tiene una fuerza que, en muchos casos, convierte los hechos en algo intrascendente. La fuerza del mito, su épica, resulta mucho más estimulante y atractiva que las guerras de cifras o las demostraciones legalistas. El famoso “relato” es lo que se impone, la movilización de las emociones, las construcciones simbólicas, la repetición de logos, el secuestro de las pantallas por historias tan falsas como fascinantes. Pero a quién le importa la realidad cuando la leyenda es mucho más cañera; esa necesidad de un cuento que ordene una realidad cruda e ilegible y la dote de sentido está grabado “in grain” en nosotros. Los grandes relatos que jalonan la historia desde Homero a Shakespeare transmiten lecciones de sabiduría, pero la propaganda funciona en dirección contraria: sobre la realidad traza conductas y orienta el flujo de las emociones, conforma modelos y protocolos, provoca cortocircuitos en los procesos racionales. Porque la gente no quiere datos, quiere creer, prefiere lo ficcional a lo factual, y especialmente en épocas de crisis, en las que la magia y la conspiranoia y el incienso quemado en honor a dioses excéntricos hacen su agosto. Hoy en día, el poder no se mide por la ejecución, sino por la realización, una puesta en escena de constante tensión dramática -en este caso por los independentistas- que conlleva un montaje de flujos de información, muy controlados y centralizados, la influencia en los medios de comunicación, la movilización estética de las masas para crear un espectáculo visual en las calles, todo en busca de una democracia que no delibere, que no juzgue a sus líderes ni la pertinencia de sus políticas, aunque estos les lleven directamente hacia el Leviatán. Básicamente, es una campaña electoral permanente en la que el discurso controla la realidad y la rediseña a su gusto, desvía la atención de lo esencial y crea un mundo de mitos y símbolos a fin de que todo el mundo respire en el interior de una atmósfera milagrosa. Este es el enemigo posmoderno que tiene que confrontar el estado español: universos virtuales, reinos encantados donde el mal y el bien se enfrentan, héroes y villanos, ciudadanos convertidos en espectadores que se limitan a recitar letanías y con un apetito por nuevas y más dramáticas historias, cada vez más violentas y desgarradoras, adaptadas en cada momento a sus estados de ánimo, que buscan acaparar el mayor número de audiencia posible en una espiral de telebasura. Y el estado español no puede únicamente permanecer atrincherado en la ley, en el monopolio de la violencia y las decisiones judiciales. Si el estado pretende que la nación española dure unos cuantos años más debe cambiar la estrategia apresuradamente y, sin renunciar al principio de realidad -la información contrastada que noquee al rumor, la noticia falsa, las manipulaciones-, crear historias que susciten adhesión, que emocionen, que cristalicen algo llamado España; crear mitos que se igualen a los relatos clásicos que transmiten lecciones basadas en la experiencia acumulada, que nos inspiren y nos den moral y herramientas para seguir construyendo un futuro de manera colectiva; que nos diga lo que el país ha sido, lo que es, lo que quiere ser, y la manera en que todos podemos movilizarnos en pos de ese objetivo. Pero, sobre todo, que no nos encarcele. Si quieren un ejemplo son espléndidos algunos anuncios de las Fuerzas Armadas, en especial uno en que aparecen cazas y destructores y de fondo solo se oyen pajaritos, niños jugando, porque “nunca oyes un caza cuando vigila nuestras fronteras, ni una fragata cuando patrulla las costas…”. Veraz. Emocionante. Patriótico sin estridencias. En resumen: la búsqueda de una tranquilidad para todos. Si logramos que lo imaginado no distorsione lo real, sino que lo enriquezca, lo haga seductor sin renunciar a la verdad y fije una cierta imagen de nosotros mismos, estaremos en el camino de hacerle frente a los grandes mistificadores, que mientras nos digan como dijo el surrealista ministro de propaganda iraquí: “Hoy he visitado Bagdad y no he encontrado invasores. Ustedes ven cómo los hemos expulsado a todos de esta ciudad. Están llorando fuera y esperando recibir balas. Serán asesinados en breve”, nosotros ya estemos tomándonos un cafelito con ellos. Gotcha Rumsfeld!

Vaniloquios

| domingo, 29 de octubre de 2017 | 9:22


En una película muy interesante, Billy Lynn, dirigida por Ang Lee, uno de los soldados que realiza una heroica gira por Estados Unidos, se siente totalmente frustrado al ver la ausencia de compromiso con la realidad que tienen muchos de sus compatriotas, en concreto respecto al hecho de que ellos están muriendo en Irak. Finalmente, uno de sus compañeros le desvela: Tienes que darte cuenta de que estamos defendiendo una nación de niños. En ocasiones, yo también albergo esa sensación al ver las declaraciones tan insustanciales como suicidas que ponen en jaque el derecho del Estado a ejercer la coerción, ergo -en algunos casos- la violencia. Son los mismos escrúpulos de monja ante el envío de tropas francesas a combatir las animaladas de los yihadistas, o el escándalo ante los fusiles de asalto G36 que portan los cuerpos de seguridad. La vida, lo real, no se basa en poner fotitas en Instagram o chorradas en Twitter; la vida, lo real, tiene consecuencias que no podrás detener bloqueando al seguidor. Cada derecho conlleva una responsabilidad, y su concesión implica una exigible lealtad: toda vez que esa lealtad queda traicionada, el derecho queda anulado, porque el contrato social es ineludible. Ya el mismo Cicerón afirmaba que somos esclavos de la ley para ser libres, también John Locke: "donde no hay ley no hay libertad", y Rousseau determinaba que somos tanto individuos particulares como ciudadanos, y en ese previsible choque de intereses es la coerción estatal quien estabiliza el sujeto colectivo, el contrato, la sociedad. La ecuación es sencilla: soberanía nacional igual a parlamento igual a un estado que protege ambos.  A lo mejor estamos demasiado acostumbrados a la ausencia de consecuencia, a una dialéctica de mesa camilla, y cuando la policía se ve obligada a hacer cargas para defender esa sujeción de todos los ciudadanos a la ley, las críticas que se desatan son de una hipocresía inaudita, porque somos nosotros mismos los que delegamos ese monopolio de la fuerza. La libertad nunca es gratis, ya lo dijo Rosa Parks, y el precio se paga en Omaha Beach, entre las ruinas de Raqa, desde un F-18 sobre Belgrado, con un toletazo o una pelota de los antidisturbios… Quien no sea consciente de esto puede seguir subiendo consignas estúpidas y fotos a las redes sociales, pero, como escribía Philip K. Dick, la Realidad es aquello que, incluso cuando dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece.  

Dante Gabriel Rossetti

| martes, 24 de octubre de 2017 | 11:39



¿Qué hombre no se ha inclinado a velar el sueño de su hijo,
para meditar cómo mirará ese rostro el suyo cuando esté frío,
o ha pensado, mientras su propia madre le besa los ojos, 
en cómo sería su beso cuando su padre la cortejaba?

El piojo de Dios

| domingo, 15 de octubre de 2017 | 9:54

Así era como se autodenominaba Lutero, la mosca cojonera de Roma, el revisionista del dogma católico. La biografía de Lyndal Roper sobre Martín Lutero aporta mucha luz sobre este personaje que se jugó el pellejo frente al mismísimo emperador Carlos en la Dieta de Worms, con su denuncia de la corrupción y la decadencia de las instituciones cristianas. Una iglesia que tenía su particular “impuesto revolucionario” en la venta de indulgencias y tiques para contemplar las reliquias de los santos -el príncipe de Maguncia poseía19.000 fragmentos de huesos sagrados-, como un sistema de financiación cuasimafioso, y que Lutero llegó para denunciar. En un mundo donde las campanas de las iglesias repicaban las noches de tormenta para ahuyentar a sus causantes, demonios y brujas, Lutero se movía en una compleja red de convicciones e intereses políticos y económicos que a punto estuvieron dar con su cabeza en un cesto. La salvación por la fe, como él defendía, sin la necesidad de la práctica laberíntica de indulgencias y confesiones, ni diezmos, ni misa dominical, ni catecismo… eliminaba del tablero de juego a los intermediadores, es decir, sacerdotes e iglesia. De hecho, representaba el mismo peligro para la fe que siglos antes los presocráticos, con su famoso silogismo ser es ser percibido, y qué paradoja que ciertas órdenes como los franciscanos se rozasen también por momentos con el heresiarca y su conciencia sobre el descarrío del despilfarro y los sacramentos inútiles. Ya digo, una época apasionante y peligrosa, con Martín Lutero alimentando las calderas de un siglo cuyos cambios se producían a toda velocidad -especialmente los científicos-, mientras se rompían los corsés medievales y se proyectaba la centuria hacia la modernidad. Como hombre paradójico que era defendía que el sexo no era un peligro para las creencias -él mismo se casó, como buen precursor del calvinismo-, al mismo tiempo que despotricaba contra los judíos, defendía la igualdad de la mujer mientras daba por bueno que Cristo se encarnaba literalmente en la hostia, defendía que los monjes eran completamente santos al tiempo que aseguraba que los corazones estaban llenos de odio, miedo e incredulidad. Lo que queda claro cuando se cierra el libro es que, al margen de contrasentidos, y como decía Victor Hugo, no hay nada más poderoso que una idea a la que le ha llegado su tiempo.   

El pudor de Ishiguro

| domingo, 8 de octubre de 2017 | 10:12



Después del chiste que significó el Nobel al señor Dylan -lo que abrió la puerta a cualquier oficio folklórico que se les pueda pasar por la cabeza, porque ni siquiera como poeta llega-, la Academia ha optado por lo que algunos denominarán un perfil conservador, cuando de lo que único que se trata es de dar el premio a la materia para el que fue concebido: literatura. Curiosamente se lo ha concedido a uno de los grandes admiradores de Dylan, Kazuo Ishiguro, que formó parte de ese dream-team británico que juntó a McEwan, Amis, Barnes, Rushdie… y que le dio un poco de mambo a la narrativa británica de los ochenta. Le descubrí como mucha gente leyendo la novela “Lo que queda del día” tras ver la adaptación cinematográfica protagonizada Emma Thompson y por Anthony Hopkins. Y allí estaba de nuevo la escena que me estremeció, el momento tan delicado como demoledor en que el mayordomo Stevens, tras una vida de pulcritud y dedicación, se resiste a dejarle ver el libro que lee a la señorita Kenton, en un acto casi de violación espiritual, mostrando toda la tristeza y desamparo que ocultaba una fachada rígida e impecable. La novela es precisa -con esa exactitud aprendida de Henry James: no dejen de leer “Los europeos”-, elegante, y te toca el corazón. Luego leí otras que no me entusiasmaron tanto, Cuando fuimos huérfanos, Nunca me abandones… y me quedé con ganas de leer El gigante enterrado -ese extraño revival artúrico- pero lo que resulta de recibo es que Ishiguro es un escritor -y no un experimento social de la Academia- a quien se puede premiar, aunque le den un galardón de tal fuste un poco prematuramente. Este autor tiene una característica que a mí me gusta, y que puedo identificar en otras plumas como la de Doctorow: la capacidad para arriesgarse en cada novela. Ahora bien, la diferencia con el americano es que los saltos de Ishiguro siempre son con red: el desconcierto lo causa no con el experimentalismo, sino con los cambios de registro pero siempre dentro de una legibilidad clásica, o bien haciendo las cosas a destiempo. Me explico: nos puede contar una novela victoriana con la mirada del siglo XX, distopías utilizando herramientas canónicas, o puede escribir sobre vampiros cuando hace años que ha pasado la moda de Amanecer. La redención, la identidad, la ausencia de figuras paternas, los recuerdos que pueden consolar o pueden hundirnos, siempre manipulados por una memoria que los somete a muchas atmósferas de presión, son sus temas predilectos, y escribe a su ritmo, o sea, poco. Respecto a la pachorra, Ishiguro responde que no cree tan necesario escribir mucho como aportar algo diferente en cada creación. Y yo creo que eso va a misa. También maneja una técnica que a mí me fascina, el narrador poco fiable, y volvemos de nuevo a Henry James y su “Otra vuelta de tuerca”, en la que al final no sabes quiénes son los fantasmas, como en El sexto sentido o Los Otros. En ese vaivén Oriente-Occidente que caracteriza a la Academia, se comentará el ninguneo a Murakami -que a este paso va a ser tan legendario como el enfilamiento que le profesa Boyero a Almodóvar-, que a mí, sinceramente, no le veo estatura para un Nobel, pero cada uno tiene sus gustos, y por eso hay ferias. No quiero terminar este artículo sin romper una lanza por esos escritores que se merecen el Nobel y año tras año se llevan la decepción, y más teniendo en cuenta que se les acaba el tiempo: Philip Roth, Juan Marsé, Milan Kundera, Stephen King, Cormac McCarthy, Charles Baxter, Ismail Kadaré… Y sí quiero terminar este artículo haciendo una apuesta por quienes lo pueden ganar el futuro: Jeffrey Eugenides, T. C. Boyle, Dennis Lehane, Colson Whitehead, Alessandro Baricco, Emmanuel Carrére…

Más allá, dragones

| domingo, 1 de octubre de 2017 | 10:12

Y de repente 94 nazis han entrado en el Bundestag. Los británicos, que llevaban décadas con una patita fuera, sacan las dos. Los húngaros sufren tics supremacistas. Una parte de Cataluña se quiere ir. Etcétera. ¿Tan corta es la memoria? No hace ni treinta años que en Yugoslavia se produjo una guerra con campos de concentración tras la atomización del país. El resultado fue la centrifugación en seis repúblicas soberanas cuyo peso específico internacional, a día de hoy, es que siguen jugando estupendamente al baloncesto. Si un estado nación como España se desintegra, el efecto dominó se llevará por delante una construcción tan frágil como es Europa, en cuyo seno se ha producido el mayor periodo de paz y bonanza de toda la historia. A lo mejor es que el estado narcótico que produce el bienestar incita a anhelar aventuras épicas, a cantar la Ilíada como se canta Els Segadors, olvidando que la verdadera gesta europea es haber logrado que haya Seguridad Social y que los supermercados estén llenos. Antes del interrail, y de las pensiones, y de los souvenirs, y de la exigencia de tus derechos y de los Ave y de los Juegos de Barcelona con la Caballé y Mercury dándolo todo, en Europa lo que había eran pestes y carnicerías -solamente en el siglo XVII hubo once conflictos diferentes que implicaron a la mayoría de los países-. Recuerdo un fragmento estremecedor de los diarios de Sebastian Haffner sobre la situación alemana en Weimar: “hubo un momento, que duró tres años, entre el 26 y el 29, que el país se estabilizó y los negocios funcionaban y hubo una razonable porción de calma y orden, incluso de aburrimiento. Todo el mundo hubiera podido ser feliz. Pero sucedió algo extraño, no se supo qué hacer con el regalo de poder disfrutar de una vida privada en relativa libertad, como si los alemanes no supieran cómo emplearla y necesitasen de emociones fuertes, de sensaciones intensas de amor y odio, de júbilo y tristeza, todo acompañado de pobreza, hambre, muerte, confusión, peligro…”. El resto se lo pueden imaginar. ¿Tan mal le ha ido a España en estas décadas? ¿Tan mal han vivido los catalanes en el seno de un estado nación imbricado con un ente supranacional que ejerce de blindaje contra amenazas externas e inestabilidades económicas? Desde luego, Europa no ha robado a España, y por supuesto ningún español ha robado ni un céntimo a los catalanes. Mi impresión es que no se ha sido capaz de conectar todos los factores antedichos en un mapa cristalino para que cada uno de los ciudadanos de este país tengan claro que, como decían los antiguos mapas acerca de las zonas peligrosas o inexploradas, a partir de aquí, dragones. 

Nueva temporada Afinando los sentidos

| miércoles, 27 de septiembre de 2017 | 12:47

Tras un descanso en septiembre, este viernes 29 regresa AFINANDO LOS SENTIDOS, en Aquí en la Onda, con el gran Arturo Téllez: nos acompañarán José Luis Piquero, Juan Carlos Chirinos, Ernesto Mallo, Adolfo García Ortega... Les esperamos siempre en Onda Cero.

Vladimir Tatlin y las plegarias no atendidas

| miércoles, 20 de septiembre de 2017 | 11:48


En la historia de las plegarias no atendidas, contamos con el fantástico Monumento a la Tercera Internacional de Vladimir Tatlin, uno de esos genios que se escurren en la historia. En la recreación de la foto se planeaba construir la torre en San Petersburgo, cuatrocientos metros de hierro, acero y vidrio -más alta que la torre Eiffel-, futura sede de la Internacional -y de algunos restaurantes-. El proyecto se presentó a comienzos de los años veinte del siglo pasado, pero la guerra y los costes de construcción lo jibarizaron a una maqueta. La vida de Vladimir Tatlin, arquitecto, pintor y escultor constructivista es igual de apasionante que este proyecto. 

Malaparte en Cataluña

| viernes, 8 de septiembre de 2017 | 13:09

Los independentistas catalanes no han leído a Curzio Malaparte. En su justamente célebre La técnica del golpe de Estado, el toscano explicaba las claves para dar un golpe como dios manda: directrices claras, una minoría dispuesta a morir, acojonar a la mayoría para que permanezcan neutrales o al menos convencerles de que la cosa no va con ellos, y, sobre todo, ninguna piedad. Leyendo los documentos sobre los que basarán el futuro de la república catalana, llego a la conclusión de que al final todo se reduce a una minoría totalitaria que quiere gobernar sobre una mayoría obviando cualquier viso democrático. Estos señores lo hacen sabiendo que no los pueden fusilar -como hubiera sido podido ser el caso de una derrota bolchevique o el 18 Brumario-, y que las leyes españolas, estas sí democráticas, pueden ser duras pero no letales. Sin ese estado mental de César o Nada ningún golpe de estado puede llegar lejos. El intento de nulificar un orden jurídico por un nuevo orden ilegítimo -¿les suenan los nacionalsocialistas en el 33 con su Ley Habilitante Alemana, tan parecida a la de Transitoriedad?- ya no puede tratarse con eufemismos que no permiten identificar el problema y aplicar la receta adecuada. La democracia española es fuerte, cosa que estos señores no parecen entender, y que si hasta ahora ha habido permisividad con tanta insensatez y chapucería, en toda relación llega el momento de dar un golpe en la mesa. Constitución, Ley de Seguridad Nacional, Código Penal, Estados de Alarma, Excepción y Sitio… el Estado no ha de tener ningún reparo en dar ese golpe porque hay una democracia que proteger. El mismo Puigdemont confunde sentido con razón de Estado, tergiversa el significado del "mandato democrático", alude espuriamente a mayorías inexistentes, chalanea con las leyes a lo Carl Schmidtt, inventa agravios económicos, hace oídos sordos a la invitación de defender sus tesis en el Congreso de los Diputados, pretende "reeducar al pueblo", incautar los bienes estatales, amnistiar a "sus" delincuentes... El disparate nacional, lo titularía el gran Berlanga si pudiese hacer una película sobre los acontecimientos. En el parlamento europeo han sido claros: atacar la Constitución Española es atacar Europa. Blanco y en botella. Si los independentistas creen que van a desatar un levantamiento de los ciudadanos catalanes que saldrán a la calle con un pecho fuera para protegerlos de las inhabilitaciones, multas y cárcel que les van a caer encima, es que hace tiempo que están más pasados que el Sombrerero Loco. 

El mejor steak tartar

| lunes, 4 de septiembre de 2017 | 14:25






Siempre comienzo la temporada con una recomendación gastronómica. Si les gusta el steak tartar, en Madrid tienen un lugar, Babelia Café, que aparte de ponerlo aliñado como dios manda, proponen una sorpresa: un helado de mostaza con el cual ir punteando la carne. Delicioso, de verdad. 


Descanso estival

| domingo, 16 de julio de 2017 | 12:06

El marfil de la torre cierra por vacaciones. Regresamos en septiembre. No obstante, recuerden que pueden seguirme este agosto a nivel nacional en Onda Cero. Todos los miércoles una hora de Afinando los sentidos con entrevistas, recomendaciones, historias, música... Que disfruten las vacaciones. 

Semana Negra de Gijón 2017

| miércoles, 5 de julio de 2017 | 10:38


Vamos que nos vamos. El Tren Negro partirá este viernes hacia Gijón, y allí estaremos del 7 al 16 de julio escribiendo a diario para El Comercio. El festival canónico de España, no se lo pierdan. Además tenemos cachopos!!

El banquete celestial

| miércoles, 28 de junio de 2017 | 9:44

Tras leer la merecidamente célebre colección de relatos Knockemstiff, cuando descubrí la nueva novela de Donald Ray Pollock, El banquete celestial, me apresuré a sumergirme en ella. Knockemstiff era brillante, y siempre temes que la siguiente obra de un autor quede demediada, pero Pollock continúa con su prosa descarnada e impactante, que a pesar de contar cosas tremebundas lo hace de tal manera que no puedes apartar la mirada de sus portentosas imágenes. La novela se plantea como un western, pero, al igual que la última hornada de libros de género, Zebulon, Warlock, En busca de New Babylon… están entreverados de elementos filosóficos, pulp y psicodélicos en una continua reinvención de las historias clásicas. Los personajes de este autor, siempre estigmatizados, malditos, llenos de odio y rabia, en esta ocasión están situados entre Georgia y Alabama en 1917; una especie de hermanos Dalton de quinta categoría que, hartos de pasar hambre, deciden renunciar al banquete celestial que espera en el Cielo a los bienaventurados mansos y pobres para calzarse unos pesados revólveres y dedicarse a asaltar y matar a tutiplén. Entremedias, una galería de magníficos secundarios, atrabiliarios, psicópatas, aventureros, pícaros, siempre lo mejor de cada casa. Donald Ray Pollock es comparado con los hermanos Cohen, con Cormac McCarthy, con Faulkner o Flannery O´Connor, pero se olvidan de Steinbeck y la miseria y el polvo de Las uvas de la ira o Al este del Edén, y de las extrañas novelas de Erskine Caldwell; también de las historias de Harry Crews o Edward Bunker. En todo caso asistimos a la desaparición de un mundo, el salvaje Oeste, y la aparición de la sociedad moderna, y en ese prolegómeno de dos guerras y una depresión los protagonistas sueñan aún con un universo donde poder ser forajidos de leyenda, y una libertad donde los espacios son abiertos y sin ley. Pero los tiempos han cambiado, recitan los personajes de Peckinpah, mucho más lúcidos que estos hermanos Jewet, que solo obtendrán un diorama de un lumpen amoral y violento, en el que los gusanos salen del interior de cadáveres, funcionarios públicos de dedican a rescatar a bebés abandonados en letrinas, hay que mujeres que ofrecen perversiones sexuales, oficiales que están por salir del armario, vagabundos en conexión directa con Cristo, chulos de putas con bombín…

La Transición

| domingo, 18 de junio de 2017 | 9:41

Aquí no podemos ganar, dijo Robert Mitchum en Retorno al pasado, solo una manera de perder más despacio. Seguramente eso fue lo que pensaron todas las fuerzas de la Transición cuando decidieron que pelillos a la mar y que vamos a poner esto en marcha, porque si no volvería a haber hondonadas de hostias, Airbag dixit. A pesar de los recientes intentos de desprestigiar la Transición, pasar de una casposa dictadura a una tierna y endeble democracia con los tiros justos -300 muertos entre 1973 y 1983- fue un hecho milagroso. El precio a pagar, olvido de los criminales de guerra, toda la mierda bajo la alfombra, el mirar hacia otro lado, fue altísimo, pero sin duda mucho menor que el que podría haberse cobrado. Solo hace falta recordar las Cortes de aquel gran hombre, Torcuato Fernández Miranda, con la mayoría de los asientos llenos de uniformes de la Falange y de militares, los ultras de todos los colores haciendo presión en las calles, la crisis del petróleo que empobreció el país, Arias Navarro golpeándose el pecho, la conflictividad laboral en las calles, el golpe de Pinochet contra Allende, la invasión de Afganistán… Se hizo lo que se pudo con los peligrosos mimbres que había, y fue mucho, con un rey emérito hoy demediado pero cuya voluntad democratizadora en aquel entonces fue cardinal para que el proceso avanzase -recordemos que Juan Carlos I tuvo en sus manos todo el poder de Franco y renunció a el; recordemos el arakiri de las Cortes Franquistas al tiempo que se juraban los principios del Movimiento-. Con cada paso, la disolución del Movimiento Nacional, la legalización del Partido Comunista, la conformación de un partido de aluvión como UCD para pilotar la metamorfosis… se pisaba un callo que podría explotar en un duelo de garrotes. Aprobación de una Constitución, la proclamación de un Rey, unas elecciones, la Ley de Reforma Política, las Cortes Bicamerales, la consolidación del modelo de partidos... todo en un intervalo de tres años se me antoja uno de los ejercicios políticos que me concitan más admiración, aun sabiendo todas las facturas que no se pudieron cobrar. Al final, el 15 de junio de 1977, 18 millones de españoles fueron a votar a una urna después de cuarenta años de dictadura. Hay que fijarse que la grandeza y la dificultad, la libertad y la responsabilidad de la democracia representativa y parlamentaria era lo único que nos podía salvar del abismo. Lo único, a día de hoy, que puede continuar haciéndolo.

El elixir

| domingo, 11 de junio de 2017 | 10:27


Partamos de una premisa clara: envejecer es una mierda. Para la gente normal, seguro, pero el asunto se enreda más si eres un billonario de Silicon Valley con recursos terrenales infinitos pero un periodo biológico limitado. El tope a día de hoy está en los 120 años. Es un poco frustrante ser consciente de que no se puede sobornar a esa Dama que según Cocteau viajaba en Rolls.  Los inversionistas han descubierto una nueva frontera donde inyectar su plata: las empresas tecnológicas que buscan alargar la vida, y con suerte, encontrar lo que ellos llaman la píldora de dios, la llave genética de la inmortalidad. Transfusiones de sangre, bailes de cromosomas, enzimas, telómeros, genes… lo estamos intentando todo para destilar un elixir que nos prolongue este valle de lágrimas -para unos más que para otros, seamos realistas-. 150.000 personas mueren cada día víctima de la termodinámica y la entropía; muchos de los investigadores están centrados solo en alargar la vida y mantenernos en condiciones dignas hasta llegar a una muerte sin dolor, pero hay otros, los mad doctors, que van a por el premio gordo. Las larvas de las abejas con capaces de prodigios metamórficos; los tiburones de Groenlandia viven quinientos años y no padecen cáncer; cierto tipo de almejas que nosotros con comemos con alegría también viven sus quinientos añitos sin despeinarse.  Desde 1900 hemos incrementado nuestro tiempo de vida en 30 años, y con ello han aparecido enfermedades que no sufríamos antes: demencia, cáncer, infartos… ¿Qué nuevos problemas aparecerán si vivimos doscientos o trescientos años? ¿Se imaginan a Trump dando la matraca durante centurias?, ¿qué será de la innovación si esta depende de seres que llevan viviendo siglos? Y sobre todo, ¿si logramos la inmortalidad conseguiremos también la juventud eterna?: porque, la verdad, no me apetece vivir mil años con el cuerpo de un anciano. El síndrome Dorian Gray -o de Camilo Sesto, según se mire-, recorre el planeta. Hablan de un mercado, este de la longevidad, que estaría en torno a los doscientos billones de dólares, y se ha desatado la carrera por ver quién logra primero el cóctel de pastillas que haga que los novecientos años que llevaba viviendo Yoda en Star Wars nos parezcan un entremés. Quién quiere vivir para siempre, cantaba Freddie Mercury; bueno, tanto, tanto, no, pero yo los trescientos años los firmo ya.

La teoría del tiramisú

| viernes, 2 de junio de 2017 | 23:20


Entre la pléyade de intereses intelectuales que me desvelan, un lugar preeminente lo ocupa, sin duda, el tiramisú. Suave, cremoso, absolutamente delicioso. Si la felicidad se mide en cucharadas, todas las que proporciona el restaurante Forte Pizza, en Madrid, van a ser pocas. Y no se olviden de la burrata trufada. Tampoco de las pizzas. 

http://www.fortepizza.es/

Las Furias

| lunes, 29 de mayo de 2017 | 14:13

Todo cambia, aunque no queramos, y casi siempre a peor. Con esta frase, uno de los protagonistas de la película Las Furias expone un sentimiento trágico de la vida. La familia como género artístico, lugar de acogida pero también de disensión, venero de calidez pero rayo que no cesa. Miguel del Arco realiza una exégesis de la tribu, los Pontealegre, rencillas, pasiones, odios, hiperestesia… nada que no conozcamos de primera mano y que por lo mismo no podemos dejar de mirar. Una gavilla de actorazos -qué papel el de Alberto San Juan-, que pone en escena la catarsis del grupo con un horizonte de referentes adventicios, Celebration, American Beauty, August, Quién teme a Virginia Wolf… Las Erinias, las Euménides, las Benévolas; Alecto, Tisífone, Megera; la implacable, la celosa, la vengadora; terroríficas figuras que no dejan crímenes impunes y persiguen a los hombres con el mismísimo infierno hasta hacerlos enloquecer, se ceban en los Pontealegre: matriarcas que se lían con jovencitas, leyendas del teatro que pierden la memoria, primogénitos marcados por el cangrejo de la enfermedad, talentos varados en las playas de su propio desorden… infidelidades, traiciones, envidias, recuerdos demasiado compartidos que ya no sirven como áncoras para mantener la ilusión de la estirpe. Cada uno de los nombres, Aquiles, Casandra, Héctor, remiten a una tragedia, y cada una, con su propia máscara. La única lástima es que tras dos horas de desarrollo dramático la película termine con un final tan apresurado como inverosímil; también falla la sobreactuada Macarena Sanz haciendo de niña psicótica, y que el intento de reproducir la intensidad de la Magnolia de Paul Thomas Anderson se resuelva en sobrecargas innecesarias de estímulos. No obstante los fallos, hay más aciertos, y Miguel del Arco, con un caché teatral suficientemente acreditado, fusiona cine y teatro ya desde las primeras secuencias en las que la felicidad de un arcádico pasado da paso a unos vínculos familiares tan estrechos que han llegado a estrangular a los miembros del clan. La tragedia es el centro de una buena comedia, el drama conlleva la ironía, y nuestra mirada ha de ser compasiva ante unos personajes que no dejan de reflejar nuestra humanidad: ¿Quién no ha ido a regañadientes a una comida familiar, recorrida de los entremeses al postre por todas las cosas que no nos podemos decir, so pena de que despierten las furias?

Ya es Ya

| martes, 23 de mayo de 2017 | 10:20

El suicidio de los organismos, las sangrientas victorias pírricas, los obstinados choques de trenes, el derrumbamiento de alianzas y baronías y comités federales y órganos de control… todas estas imágenes se confabulan en mi cabeza ante la victoria de Pedro Sánchez. La militancia ha depositado de nuevo el laurel en su frente marcoantoniana, cuyo venero es lo asambleario y lo populista en contra del aparato, que tendrá como consecuencias una sucesión de purgas y desgarros que van a poner contra las cuerdas al púgil socialista. Los bandazos de Sánchez proseguirán, de la nación de naciones culturales a la ideología marxista -si no le gustan estos principios, tengo estos otros-; del radicalismo de bases ideologizadas a la demagogia meliflua según con qué pie me levante. Los Podemitas -que no viene de poder, sino de podar-, aguardan a que nuestro hermoso tribuno se una a ellos y a los independentistas en un salto base al abismo populista. El problema no es solo del PSOE, sino de todos los ciudadanos que estaremos al albur de cada nueva ocurrencia sobre la plurinacionalidad española, la polarización extrema, las revanchas históricas, la solución en la calle de lo que no consigan en el parlamento… hasta que se enfrenten a la realidad, que no se dirime en el corralito de unos cuantos miles de militantes, sino en las elecciones generales, con el consiguiente estropicio, y sería el tercero. Se acabó el cabildeo para muñir las necesarias geometrías políticas, ahora solo habrá puño en alto y propuestas imbuidas no por el sentido común, sino por las emociones ciegas y un culto al líder que se va a cargar la descentralización del partido. Para ver el futuro solo hay que fijarse en los socialistas franceses o en los laboristas británicos. Cuenta Tácito que tras la victoria de Germánico contra Arminio, las ganas que les tenían a los queruscos eran tantas debido a la aniquilación seis años atrás de tres legiones en el bosque de Teutoburgo, que se hizo "una matanza que duró lo que el odio y el día". Me imagino que cuando le preguntaron a general romano que cuándo empezaban a meter cuchillo, este respondió: Ya es ya.   

La risa política

| domingo, 14 de mayo de 2017 | 11:05


Hay una escena iluminadora en El nombre de la rosa en la que Fray Guillermo de Baskerville mantiene un enfrentamiento dialéctico con Jorge de Burgos en el que se discute un tema apasionante: la licitud de la risa. Uno la defiende y el otro abomina de ella. La risa es propia del hombre, dice Fray Guillermo, es signo de su racionalidad, mientras Jorge escupe que es signo de estulticia, el hombre no cree en aquello de lo que ríe, por tanto reírse del mal implica no estar dispuesto a combatirlo, y reírse del bien significa desconocer su fuerza. Supongo que si estuvieran envueltos en las actuales polémicas sobre condenas y twitter también mantendrían una enjundiosa querella. A mi juicio condenar a una persona por un chiste no resulta ni prudente ni sensato. Hay chistes obscenos, homófobos, racistas, vejatorios… y algunos incluso tienen gracia, por muy bestias que sean. El problema es que antes se quedaban en la barra de los bares y ahora se hacen públicos vía redes sociales. El humor es un antídoto contra cualquier totalitarismo, y la libertad de expresión tiene estos inconvenientes; extender la acción de los tribunales ad infinitum es un gasto de tiempo y dinero, y además no sirve para nada. El caso Cassandra -que, por cierto, espero que se maneje con la misma jovialidad cuando le cuenten chistes de transexuales- no es más que un caso de estulticia e inmadurez que no puede ser judicializado a riesgo de poner a toda la sociedad en peligro. La guía de Fray Guillermo -tengan a Sean Connery en la cabeza- puede volver a sernos útil: “A menudo la risa sirve para confundir a los malvados y para poner en evidencia su necedad. Cuentan que cuando los paganos sumergieron a San Mauro en agua hirviente, este se quejó de que el baño estuviese tan frío; el gobernador pagano puso estúpidamente la mano en el agua para probarla, y se escaldó. Bello acto de aquel santo mártir, que ridiculizó así a los enemigos de la fe”. Condenar a la gente por un chiste puede provocar la autocensura, y si alguien hubiera tenido una guillotina virtual en la cabeza, no habrían sido posibles virguerías como La escopeta nacional, La vida de Bryan, algunas viñetas de la revista El Jueves, Fargo, American Psycho, Borat, los textos de Villiers de L´isle-Adam, el robot Bender de Futurama, la serie Black Mirror, los premios Darwin, los cómic de Fontanarrosa, Lolita…

El Padrino

| domingo, 7 de mayo de 2017 | 12:04

Yo creo en América. América me ha hecho rico… Desde los primeros fotogramas de la película en los que Amérigo Bonasera le suelta su filípica a Vito Corleone, sabías que estabas viendo algo grande. Hay algo clásico en sus imágenes deslumbrantes, en sus diálogos perturbadores… Habla Tácito en las primeras páginas de sus anales diciendo que lo primero que hizo Tiberio al ser emperador fue mandar matar a su hermanastro, suena a Flavio Josefo contando cómo Antípatro se abrió la túnica y aseguró que él no tenía que hablar porque ya lo hacían sus cicatrices. Cada personaje habla de nosotros, de cómo vivimos y morimos, del éxito y la humillación, de la estupidez y el sentido común, del amor y la traición… Ahora se cumplen 45 años de una de las obras de arte más importantes del siglo XX, y los protagonistas -faltaron John Cazale y Marlon Brando por fuerza mayor- se sacaron una foto en el festival de Tribeca. A partir del último sonido de la claqueta, fue muy fácil que las siguientes décadas el lenguaje popular se impregnase de sus diálogos que, como decía Preston Sturges, son esas cosas brillantes que te gustaría haber dicho pero que en su momento no se te ocurrieron. ¡Y vaya si las dijimos! Solo los autistas o los que no toman partido -y esos, según Dante, van directos a la peor zona del infierno- no ha soltado en alguna ocasión, “Un hombre que no pasa tiempo con su familia no puede ser un hombre de verdad”, “Mi padre le hizo una oferta que no pudo rechazar...”, “Trata de pensar como la gente a tu alrededor y sobre esa base todo es posible”, “Senador, ambos somos parte de la misma hipocresía, pero no la extienda a la familia”, “El poder agota a los que no lo tienen”, “Dinero y amistad… agua y aceite”, “Sé que fuiste tú, Fredo, me destrozaste el corazón…”, “Si algo nos ha enseñado la historia es que se puede matar a cualquiera”, “Deja el arma, coge los canoli”. Mi madre siempre me repitió que, siendo un crío hiperactivo, de las pocas ocasiones en que estuve tres horas quietecito fue cuando con tres años me llevo a ver El Padrino en un cine de Ribadesella. Hace también tres años, durante una estancia en casa de unos amigos en Long Island, tuve que cuidar a su hijo de un año y tampoco se paraba quieto. Puse la televisión por cable y había un bucle con la trilogía de El Padrino. Coloqué a Alessandro recto en el sofá, subí el volumen y le puse la escena en que Michael Corleone visita al señor Vitelli, el padre de Apollonia, para pedirle su mano y le revela quién es: “Algunas personas pagarían mucho por esa información, pero entonces su hija perdería un padre en lugar de ganar un marido”. Miré a Alessandro, era incapaz de apartar sus ojos de la pantalla, y yo respiré tranquilo. La nueva generación de devotos estaba garantizada. 

Arturo Andrade en Círculo de Lectores

| jueves, 27 de abril de 2017 | 12:52



Círculo de Lectores lanza la serie completa de Arturo Andrade en una edición especial.

https://www.circulo.es/serie-arturo-andrade-bimestral

Islamabad-Los Planetas

| martes, 18 de abril de 2017 | 11:08


La obscenidad

| domingo, 9 de abril de 2017 | 10:11


 ¿Saben por qué defiendo la máxima dureza legal con los sinvergüenzas que han saqueado la cámara del tesoro público? Por una cuestión de consecuencias. Sí, una cadena la causa-consecuencia que parece no haber calado bien en el ideario público. Cuando Urdangarín hace de las suyas -con la connivencia real por acción y omisión-, cuando los Correa y demás esbirros se bañan en oro, cuando los Pujol permanecen intocables e impunes, cuando Granados no suelta prenda sobre dónde está la plata, cuando Rato no ha ingresado aún en la trena, cuando los Ere son regalados a discreción, etc, etc, etc… cuando sucede todo esto hay consecuencias para todos y cada uno de nosotros. Cuando se produce el blanqueo, la falsedad de documentos, la estafa pública, el cohecho, la malversación, el fraude, el tráfico de influencias, la extorsión, la prevaricación, la cooperación necesaria…. hay consecuencias en el día a día de cada ciudadano. Todos esos millones que son robados de nuestros bolsillos provoca que la educación pública se vaya al carajo y nuestros hijos tengan que estudiar en pabellones prefabricados; que cuando se pide una simple endoscopia se tenga que esperan dos meses, no digo ya una operación grave -con el consiguiente aumento de los seguros privados, uno de los grandes fracasos de nuestra sociedad-; que la gente sea desahuciada sin cortapisas; que no haya suficientes policías en la calle; que la recogida de basuras sea ineficaz; que las pensiones no sean sostenibles; que se exija el copago de medicamentos; que se privatice y externalice a mansalva… A toda esta rapiña y depredación se le une una especie de escarnio, desprecio y cachondeo por parte de los culpables, que parecen estar seguros de que la prueba es “a contrario”, o sea que somos los ciudadanos lo que tenemos que demostrar que nosotros no somos los culpables. Las consecuencias de la expoliación y la piratería no son entes metafísicos, solo tienen que pensar en ello cuando vea una bolsa de basura tirada en la calle, derramando toda su mierda y hedor; cuando pida una resonancia magnética en la sanidad pública y por urgencia tenga que pagar los 400 euros que cuesta hacerlo por lo privado; cuando su hijo llegue de clase y le diga que tienen goteras; cuando vaya a sacar dinero y el cajero le perdone la vida diciéndole que no le cobra nada por extraer su “propio” dinero; cuando no pueda desarrollar una empresa porque hay regulación disuasoria; cuando descubra cierto grado de punición en su fiscalidad. Entretanto, un señor sacaba de un cajero 3000 euros en menos de diez minutos con una tarjeta que dicen black. Ahora bien, ya saben ustedes que el cajero no le cobró nada por el servicio. Todo un alivio. 

Alfred Kubin y los vinos canarios

| domingo, 2 de abril de 2017 | 10:12

Los dibujos ilógicos y maravillosos de Alfred Kubin. Cómo no disfrutar de un antecesor del expresionismo alemán. 

Y como complemento, este finísimo blanco canario. Tengo querencia, lo sé, pero no puedo renunciar al valle de La Orotava. Para lo que nos queda en el convento... 

Comanchería

| miércoles, 29 de marzo de 2017 | 10:43

“He vivido pobre toda mi vida. Igual que mis padres y los padres de mis padres. La pobreza es una enfermedad que pasa de padres a hijos sin remedio ni curación. Pero yo me cansé de ser pobre”. Con esta frase de uno de los protagonistas de la película “Comanchería” -Hell or High water- se desata la tragedia. En la profundidad de Texas, en una geografía de pueblos arrasados por la debacle económica, llenos de deshauciados, de casas en venta, de desarraigo, de desempleo, pero sobre todo de ausencia de esperanza, dos tipos comienzan a atracar los mismos bancos que han atracado a todo el inmenso estado. David Mackenzie firma este sensacional western social, iluminado por un no menos tremendo guión de Taylor Sheridan. En los espacios interminables de Texas, en los personajes de frases rotundas y actitudes cínicas y cansadas se respira a Peckinpah y a Cormac McCarthy, con una estructura narrativa clásica que, sin embargo, deviene en una rabiosa modernidad. El film desprende el mismo agotamiento que hacía que Michael Douglas reventase en Un día de furia: dos personajes representados con coraje y fiereza por los actores Chris Pine y Ben Foster, que tras una vida de miseria, palizas, mala educación y trabajos de mierda deciden levantar la bandera de la rebelión. A su caza está el ranger Jeff Bridges, que en esta peli alcanza el epítome de su talento. Esta es la América que votó a Trump, la que piensa que los atracadores de bancos solo pueden ser mexicanos, la que va armada hasta para comprar el pan -cuando puede-, la que mira cara a cara a un sistema fallido que se ha quitado la careta, la que refuta a los estómagos agradecidos y bien pensantes, la que declara que la socialdemocracia lleva mucho tiempo muerta. En ciertos momentos te preguntas por qué no se unen los perseguidores y los perseguidos para encarar al verdadero enemigo, aunque todos sabemos que el enfrentamiento final es tan ineludible como la rotación del planeta. Si ustedes pueden ver la película versión original no entenderán nada del acento texano, sobre todo cuando habla Jeff Brigdes, pero utilizando la salvaguarda de los subtítulos disfrutarán como enanos de cada inflexión, de cada gesto, de cada mirada. Créanme, cuando el cine es grande, es lo más grande. 

Índigo mar en Asturias y Santander

| domingo, 19 de marzo de 2017 | 10:35


Santander: Martes 21 de marzo, 19.30, Ateneo. Presenta el escritor Javier Menéndez Llamazares.

Ribadesella: Miércoles 22 de marzo, 20.00, Biblioteca. Presenta el editor Jorge Salvador Galindo.

Oviedo: Jueves 23 de marzo, 19.00, Librería Cervantes. Presenta el escritor Manuel García Rubio.

Gijón: Viernes 23 de marzo, 19.30, Ateneo Jovellanos. Presenta Ángel de la Calle. 

Las cinco pelis más interesantes

| jueves, 16 de marzo de 2017 | 9:06




La marioneta airada

| viernes, 10 de marzo de 2017 | 9:41

A mi pesar, no dejo de estar fascinado por Pedro Sánchez. Lo que no tengo claro es si por su cerrilidad o por su falta de oportunidad histórica. Lo único seguro es que Gollum nunca desplegó tamaña tenacidad en la consecución de su anillo. Pedro Sánchez, a quien la historia recordará como “Noesno”, fue una marioneta que colocaron en la secretaría general a la espera de que escampase –gran ceguera de los prominenten- sin tener en cuenta que hay ciertas marionetas que tienen muy mala leche. A mí me gustan los títeres que cortan sus cuerdas, y fue el caso. Sánchez dispuso entonces de la oportunidad de gritar que él también era Espartaco, y lo que sucedió fueron dos derrotas consecutivas y la apertura de los sellos apocalípticos, con el consiguiente ruido de cuchillería, es decir, que le hicieron la cama. Tras estas quisicosas, el señor Sánchez, que personalmente no me producía ninguna impresión ni de seguridad ni de liderazgo pero que tampoco tenía especialmente enfilado, se destapó como un desesperado perseguidor de “su tesoro”, ya fuera a costa de la unidad nacional o la destrucción de un partido con tantos años de historia. Algo estremecedor. Y lo es porque si tenemos en cuenta que el malhadado Zapatero ha sido el peor presidente de la democracia –me tuvo tres años encabronado-, yo no contaba con que alguien lo hiciese bueno. Si alguien interpreta este artículo como un ataque al PSOE, nada más lejos de mi intención. Los otros dos candidatos a liderarlo tampoco despiertan en mí la urgencia de sacar los pompones de cheerleader, pero al menos están por probar. Tengo tanto interés en que el ecosistema político funcione de una manera higiénica y regular, que mi preocupación por un partido socialista agrietado es mayúscula. De ahí mi zozobra por el regreso de la marioneta airada, tanta como la que siento cada vez que escucho a Pablo Iglesias intentar deslegitimar el principio de representatividad con aquello de que “hay que sacar la política fuera del parlamento” y “dar voz al pueblo”, o a Rafael Hernando asegurar que ellos no están engrasando las puertas giratorias o que el gobierno no tiene que ver con la factura de la luz. En caso de que Pedro Sánchez Castejón ganase –no hay nada escrito- sería un líder nefasto para el PSOE –no quiero ni pensar en España-, demagógico, tramposo y polarizador. Esperemos que esta sea su última cabalgada.    

Presentaciones de Índigo mar en Madrid y Valencia

| sábado, 4 de marzo de 2017 | 20:12



Presentación en Madrid: Librería Alberti, miércoles 8 de marzo, a las 19.00. Harán los honores los escritores Raúl Guerra Garrido y Antonio Gómez Rufo.

Presentación en Valencia: Librería Bartleby,  jueves 9 de marzo, a las 19.30. Hará los honores el filósofo Juan Arnau.  

Trumpología

| domingo, 26 de febrero de 2017 | 9:57


Un tipo que deja atrás a su mujer cuando salen de un coche, y más en un acto oficial, lo dice todo de él. Pero al margen de la educación, y tras el anuncio del muro mexicano, déjenme contarles mi visión de Trump, y permítanme ser inmisericorde. Estaba claro que este tipo iba seguir literalmente su discurso de campaña y que no iba a respetar las normas no escritas de que una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Su motorcito es cargarse las normas. Trump lleva dentro un salvador de la patria, o sea, un dictador. Y como todo dictador va a atacar las tres columnas de la democracia: la prensa, los jueces y el principio de representatividad. Por un lado se va a dedicar a socavar la credibilidad de los medios a base de postverdades, y por otro va a intentar forzar el sistema legal desde dentro. No se extrañen que en cualquier momento quiera abolir el tope de dos mandatos en la presidencia. Nuestra esperanza también se basa en tres cosas: el sistema americano de check and balance, y que sus mismos excesos pueden llevarle a un impeachment, o bien que la sociedad civil –robusta en los Estados Unidos- le haga la vida imposible a base de juicios, o bien que la economía se vaya al carajo, y con ella Trump. In God we trust. Me resistía a escribir sobre este señor, pero ahora su rostro fascista ha emergido definitivamente, y mi deber como escritor es denunciarlo. Es racista, proteccionista, xenófobo… carga con toda la mochila de características básicas del autócrata, y se rodeará de lo peor como bien describía Jenofonte en su Hierón o la tiranía, así como continuará con las prácticas del poder que, como también explicaba Tucídides, no se detendrá en la exploración de sus límites. Si tenemos que citar más referencias para entender su psicología, yo les recomendaría leer Masa y poder, de Canetti, los libros de Orwell sobre el fascismo, el famoso ensayo de Hannah Arendt y los espléndidos ensayos y memorias de Sebastian Haffner sobre el ascenso del nacionalsocialismo. En un entrevista en el NewYorker, Philip Roth describía bien a Trump: es un individuo sin la menor noción de lo que es un gobierno, ni de historia, ni de ciencia, ni de filosofía, ni de arte, es incapaz de expresar o reconocer sutilezas o matices y maneja un vocabulario de setenta y siete palabras que más bien puede llamarse “balbuciente” que lengua inglesa. Quién iba a decir que alguien haría bueno a Bush.

Edición portuguesa de Soles negros

| jueves, 9 de febrero de 2017 | 11:47


Ya a la venta la traducción portuguesa de Soles negros, Céus negros. Editorial Porto Editora 2017. Muito obrigado! 

Índigo mar, mi nueva novela

| martes, 31 de enero de 2017 | 16:50


Una isla en invierno. Un escritor perdido en una novela. Extrañas galerías subterráneas y una explosiva tormenta que se acerca amenazante. Aquí, en esta isla, las fronteras entre la realidad y la ficción se difuminan y los sueños juegan un papel demoledor. Sueños de panteras que hablan y susurran al oído palabras incomprensibles. Y el amor. Y el sexo. Y el pasado que vuelve para desgarrar el alma y desatar su violencia contenida. Y la literatura...

Ignacio del Valle ha escrito su novela más personal, una historia donde descubre por primera vez los demonios y miedos del creador y se enfrenta a los temas que importan en la realidad y las ficciones: el amor feroz, la fragilidad de la amistad, la sensualidad sin freno, la violencia, los tabúes, el conflicto entre la realidad y el deseo... 

Un thriller en aparente calma, pero violento y despiadado, un juego metaliterario en cuyo escenario vivirán los personajes la más terrible de las pesadillas. 

Con las ilustraciones de Miguel Navia.