Descanso navideño

| lunes, 19 de diciembre de 2016 | 15:20



Nos tomamos un descanso hasta enero. Muchas gracias por seguir leyéndome. No quiero despedirme y desearles una grata entrada en 2017, sin recordar la frase de Zygmunt Bauman: 

La felicidad no viene de la seguridad en sí, ni del confort, ni de la tranquilidad, sino de la superación de las dificultades. Son los retos y sus desafíos, el trabajo duro para enfrentarnos a ellos, lo que nos hace sentirnos bien con nosotros mismos. 


La Historia como ficción

| lunes, 12 de diciembre de 2016 | 14:32

La Historia es un relato coherente y dramatizado del pasado, un corpus de conocimiento maleable que cambia con el tiempo y los intereses de quienes la formulan, y los pueblos a los que sirven. La Historia como género de ficción, en la que los historiadores nos cuentan un cuento con perfectas cadenas de causas y efectos cuando es evidente que el pasado resulta algo caótico, inabarcable, y en ciertos casos incognoscible. La Historia como ideología siempre al servicio de alguien. Los mitos que la desbordan porque su belleza anula o atempera los visos de realidad: ni Cortés tomó México con un puñado de hombres, ni El Álamo fue defendido por héroes que luchaban contra la esclavitud y la tiranía, ni Pelayo fue más que la invención adecuada de un monje que pretendía legitimar la monarquía asturiana, un pastiche de diferentes textos antiguos. El cine, contribuyendo con su mitología a deformar los hechos históricos. Estas son algunas de las premisas que Alfonso Mateo-Sagasta empuña en su enjundioso ensayo La Oposición. La necesaria simplificación de la historia para que la gente la recuerde mejor -no hubo una sola Armada Invencible, sino cuatro-; la mistificación en aras de un objetivo político o de gloria personal -Heródoto amplificando la, quizás, inexistente batalla de las Termópilas o Heinrich Schliemann inventando el tesoro de Príamo en Troya-; la imposibilidad de que la información sea fiable a partir de la tercera generación… Los historiadores eligen unos hechos en detrimento de otros y los combinan a su antojo, filtrándolos a través de escuelas heterogéneas, materialismo, empirismo, estructuralismo, dialéctica, positivismo, racionalismo… No obstante, aunque la Historia sea algo intangible, ni estable ni preexistente, continuamos necesitándola para saber no tanto lo que hemos sido como lo que queremos ser. En esa línea, el autor aboga por crear una nueva historia al margen de los chauvinismos que la han definido, a fin de vertebrar la nueva realidad de inmigrantes y multiculturalismo que se impone, una historia que refuerce un proyecto común, un relato en el que la Sicilia otomana tenga tanta importancia como Carlomagno. Pero el problema continúa siendo el de siempre: ¿quién será el encargado de definirla?

La amenaza dental

| martes, 6 de diciembre de 2016 | 10:19


La salud dental no es cara, es carísima. Y como toda salud resulta cardinal. A ello se le añade el componente estético, con todas las cortapisas sociales que produce una boca en mal estado. El cuidado de los dientes no entra dentro de las prestaciones de la seguridad social -salvo empastes infantiles y extracción de muelas-, por lo que pasa directamente al bolsillo del ciudadano. Las facturas por arreglos sensatos son altas, pero lo que me ha escandalizado últimamente son las insensatas. Se supone que el dentista es un médico, y como tal sujeto a un juramento hipocrático -aunque me cuentan que un estomatólogo y un odontólogo no son lo mismo-, y en todo caso debería tener un responsabilidad ética respecto a la salud del paciente. Estoy seguro de que la mayoría de profesionales son serios, pero ha proliferado una plaga de dentistas que solo están sujetos a las demandas del mercado sin atención alguna a las posibles consecuencias sanitarias. Un caso: un cliente con una simple gingivitis que se cura con una cirugía periodontal -pongamos 500 euros-, se transforma ante la mirada espantada y teatral del dentista en una extracción del diente y sustitución por un implante de tornillo injerto de hueso mediante -3000 euros-, una intervención quirúrgica que se alargará seis meses con todos los riesgos e incomodidades que eso supone para el paciente. Es solo una muestra. A esto añádanle los constantes diagnósticos para ir sumando ceros a las facturas, que si una muela pocha por aquí, que si un anclaje mírame y no me toques por allá, y ya tenemos la versión más perversa del enfermo imaginario. Yo me pregunto qué tipo de personas pueden jugar con la salud de los ciudadanos de esta manera. La presión del mercado, la competencia, la simple avaricia... ¿Debería el Estado empezar a plantearse meter mano en este asunto? En todo caso recomiendo que ante ciertos desvaríos de dentistas privados se pida siempre opinión a dos o tres más, y si no se convencen ir a un “sacamuelas” de la Seguridad Social y pedir un cuarto diagnóstico. Ellos cobran un sueldo fijo y no tienen en la cabeza hacer un estropicio para pagarse las vacaciones familiares.