Sombras jungianas

| martes, 20 de septiembre de 2016 | 10:01

Posiblemente Freud sea más realista, pero Jung es mucho más literario. Y para un escritor como yo, resulta un verdadero placer leer cualquier ensayo del suizo. “Quizás nuestra representación no sea igual a la naturaleza de las cosas en sí”, con esta frase el defensor de los “arquetipos universales” introduce una bomba de relojería en la mentalidad occidental y aguarda tranquilamente mientras escucha el tic-tac a que el europeo medio salte por los aires. El inconsciente que juega con la conciencia, que la modifica; el inconsciente como disposición psíquica colectiva; las conexiones de su método analítico con las milenarias técnicas del budismo y el yoga… todo esto nos cuenta en sus “Escritos sobre la espiritualidad y trascendencia” editado por Trotta. Sus frases que resuenan en mi mente educada en la “razón práctica” con el mismo exotismo que si soltasen un tucán en medio de un edificio palladiano: “La única solución del mundo es irracional”, “los símbolos son los signos visibles de una realidad invisible”, “la razón es a la postre solo una más entre las posibles funciones espirituales”, “todo lo que existe terminará algún día por convertirse en su contrario”. Carl Gustav Jung escribe bien, con un estilo muy sugerente, repleto de alegorías, y compartas o no sus puntos de vista siempre resulta sustancioso, sobre todo cuando afirma que estamos repletos de sombras, demonios que se retuercen en nuestro interior, impulsos primitivos, indomesticables, que hemos de aprender a asimilar. Porque nosotros, como la vida, somos paradójicos, contradictorios, y afirma empero que lo unívoco es síntoma de debilidad. Cuando nos recuerda a Tertuliano: “Y muerto está el hijo de Dios, lo cual es realmente creíble, porque es absurdo. Y sepultado, resucitó; lo cual es seguro, porque es imposible”, no es más que para hacer comparativas con las paradojas de las doctrinas orientales: “El entendimiento que no entiende, eso es Buda. No hay otro”.  Crea usted en el dogma católico -o no-, en el budismo -o no-, en el Tao -o no-, en las doctrinas tibetanas, en el yoga, en el zen, en el Satori, en el Valhalla, en las huríes, en el Santo Bebedor… -o no-, este libro anima siempre a una cosa que yo considero importante: abandonar -de vez en cuando o definitivamente- la antigua forma de ver las cosas para que el mundo adquiera un nuevo sentido. 

Los Bocattos di cardinale de 2016

| domingo, 11 de septiembre de 2016 | 15:46


Lo que más me ha llamado la atención de lo que va de año son estos tres planazos. February, una peli de terror en la que terminas sintiendo el stoniano "Simpathy for the devil". Comienza como la típica cinta de posesiones, y termina llenando tu cabeza de imágenes y reflexiones que te llevará un mes quitarte de encima. Sin hablar de cómo está contada, una virguería de planos y fracturas temporales. 


Múltiples puntos de vista para contar los seis días que Los Ángeles estuvo en guerra en 1992, a causa de los disturbios por Rodney King. La estadística de las balas que se dispararon ya mete miedo.




Stromae. Un francés que mezcla su talento para hacer canciones con el cabaré. Va a ser uno de los grandes. 

Materia prima

| domingo, 4 de septiembre de 2016 | 16:30

Por supuesto, el día 25 de diciembre de 2016 yo no voy a ir a votar. La primera vez fui porque tocaba, la segunda, porque vale, era una situación nueva, y puede colar. La tercera, categóricamente no, porque es una tomadura de pelo a mí, como ciudadano -porque yo soy un ciudadano, no “el Pueblo” como se empeñan algunos en llamarme-. A los partidos políticos se les ha especificado en dos ocasiones lo que el ciudadano desea, es decir, una profundización en el concepto de democracia, o sea, negociación. En una negociación nadie queda contento -esa es su esencia- porque todos deben ceder, y ahí está la madre del cordero: el viejo “tesis, antítesis: síntesis”. ¿El mal menor?, quizás, pero lo que resulta cierto es que si le tocase repetir a un partido salpicado por la corrupción, como es el PP, también lo es que Ciudadanos ha puesto de su parte para comenzar a cambiar cosas. Una vez que la izquierda se ha mostrado incapaz de aportar nuevas líneas de componendas, el PSOE debería situarse en la línea de Ciudadanos y ofrecer su anuencia a cambio de contrapartidas razonables, hay una legión aguardando por una apuesta de sentido común: reforma de la ley electoral, educación, Seguridad Social, I+D, cultura… Nos hallamos en un momento en que si las diferentes fuerzas no son capaces de apelar al consenso, España va camino de convertirse en un lazareto sin futuro, y más teniendo en cuenta el bajísimo porcentaje de natalidad. En caso de que no se produzca un arrebato de cordura, ya les digo, un servidor se va de vacaciones sin un atisbo de arrepentimiento por no depositar la papeleta -que he introducido religiosamente casi siempre-, y con la esperanza de que el abstencionismo se sitúe en el 50%, a ver si por una vez toman en serio al ciudadano. Hubiera o no abstención, lo que sí considero es que los principales actores de los partidos políticos deberían plantearse dar un paso atrás y dejar avanzar a nuevos figurantes, porque a mí, como ciudadano, ya no me interesa tanto la ideología como que me resuelvan los problemas. Porque en cualquier oficio, si no trabajas, te echan. Porque ahora, a los restaurantes, voy a pagar por buena materia prima, no por ver la decoración.