Bocatto di cardinale XXVII -ESPECIAL UPDIKE-

| viernes, 30 de enero de 2009 | 12:23

Hay cuatro conejos en la chistera de Updike: uno que corre, uno que regresa, otro que es rico, y un último que está en paz. Una verdadera comedia humana. Merece la pena.



Dos contra dos

| miércoles, 28 de enero de 2009 | 12:20



Acaba de fallecer a los 76 años un gigante en un país lleno de gigantes: John Updike. Updike siempre ha sido uno de mis escritores de cabecera, aunque la crítica estuviera empeñada incomprensiblemente desde principios de los noventa en ningunear su obra. A mí este señor me evangelizó con facilidad debido a que los dos amamos un par de cosas: la literatura y el baloncesto. De hecho, cuando Updike escribe, no puede ocultar las filias, las infinitas cintas del baloncesto callejero ejecutadas o descritas cuando hacía las crónicas deportivas de Ted Williams, el legendario jugador de baloncesto. La diferencia es que este señor juega en una NBA llena de aleros y pívots que se llaman James Thurber, Henry Green, Kafka, Salinger, Nabokov, Hemingway… Ese mismo deporte era el que practicaba el personaje a través de quien lo descubrí y gracias al cual nunca más pude dejar de doparme con su escritura prolífica y torrencial: Harry Conejo Angstrom. Este alterego de Updike tiene una mirada que funciona a la manera de Heine, rebajando las ideas sublimes con palabras vulgares y elevando las cosas humildes con frases profundas, líricas, que a veces beben directamente de los clásicos grecorromanos, para describir con verismo y un cuidado detalle la multiforme y mutante sociedad estadounidense. Frisos corales en los que se mezclan política, parejas casadas, pasiones, baloncesto, ansiedad, amantes, frustraciones, economía… y en los que ni una sola de las fibras medulares del planeta americano escapa a la disección de este personaje, que es capaz de hablar incluso sobre la reproducción del cangrejo malabar y que resulte apasionante.

No obstante, este escritor que paradójicamente es todo lo contrario de lo que se interpreta ahora por multiculturalismo, es decir, blanco, varón, heterosexual, anglosajón y protestante, ha sido capaz de extrapolar esa mirada, cambiar la máscara una y mil veces para continuar esa formidable comedia humana hasta completar 22 novelas e infinidad de cuentos. Y se ha enfrentado a tamaña tarea con profundidad, rigor, sagacidad, honestidad y compasión. Obras tan diferentes como Parejas, en la que habla de las relaciones emocionales; El golpe de Estado, un fiero retrato de un dictador africano durante la Guerra Fría; Las brujas de Eastwick, posteriormente llevada al cine con Jack Nicholson como cabeza de cartel –otro fanático del baloncesto-, o incluso novelas postmodernas –si el término tiene ya algún sentido- como Gertrudis y Claudio, comparten el mismo hierro de la casa.

Ahora bien, por si no fueran todos estos puntos suficientes para haberme hecho adicto a su prosa, John Updike acabó.de ganarme cuando leí una entrevista reciente en la que hablaba del oficio de escritor. Updike estaba obsesionado con entregarnos pedazos de realidad, sí, con todo lo maravillosa, terrible y misteriosa que esta puede llegar a ser, pero tanto como con sacar instantáneas de la vida, también estaba obcecado con habitar lo que él llamaba el paraíso terrenal de la letra impresa, o sea, vivir sólo de la literatura. Ello implica horarios rígidos, una entrega en cuerpo y alma al acto de escribir, un trabajo extenuante, una condena, como él lo resumió, comprometida con la inocencia, la limpieza y la modestia. Una dulce condena que yo espero compartir el resto de mi vida.

Milagros cotidianos

| lunes, 26 de enero de 2009 | 12:34

He estado unos días en el dique seco debido a una operación de miopía. Diez minutos de láser y se acabó la impedimenta de lentillas y gafas. Un verdadero milagro, rápido e indoloro. Quien esté dudando aún, le recomiendo que pida cita inmediatamente. Ver el mundo con nuevos ojos no tiene precio. No obstante, lo mío era peccata minuta comparado con otra paciente con la que coincidí. Era una brasileña de más o menos mi edad, que tenía una miopía de 12 dioptrías desde los ocho meses de vida. Es decir, prácticamente ciega desde que nació. Habíamos estado hablando minutos antes de su operación, y cuando salió de la misma lo hizo con una expresión de asombro como no he sido testigo en mi vida. Su rostro iluminaba la sala de espera. Su sonrisa había devenido indeleble. Estaba tan contenta que casi no podía ni hablar. Cuando logró decirme con estupefacción que me veía y a continuación sacó unas gafas de culo de botella que más bien parecían de culo de dos botellas, comprendí. Casi me las regala, pero yo le aconsejé que las guardase como recuerdo de lo que fue, para que nunca deje de comparar. Aunque supongo que lo hará cada mañana de aquí hasta que sea su último día.

En fin, después de este milagro, experimenté el mío particular al leer un periódico con mis nuevo ojos de vampiro, como le decía Lestat-Cruise a Brad Pitt. Y después me acordé de los cabrones integristas de toda laya y condición que están en contra de cualquier avance de la medicina -de cualquier avance en general-, tocando de continuo las pelotas. Mentalmente los mandé al carajo una vez más y continué leyendo la sección de deportes. El Madrid de baloncesto me da alegrías de vez en cuando, del otro ni hablamos...


Porteras

| jueves, 22 de enero de 2009 | 14:17



Hace veinte minutos me encontre con Amparo Llanos, la guitarrista de DOVER, en el Metro. Iba enfrascada en un tocho considerable, y yo, cual portera impenitente, me acerqué para fisgar el título. Es inevitable. ¿La obra? Antigüedades judías, de Flavio Josefo.

Chejov y fajitas

| miércoles, 21 de enero de 2009 | 0:53



En las nuevas democracias icónicas, donde la imagen resulta tan esencial y donde para comunicar bien ayuda muy mucho tener la airosa percha de Obama, al pobre, tan dotado para el asunto de construir su propia marca, le acaban de cortar uno de sus instrumentos cardinales: el correo electrónico. Le deben de haber dado los siete males. A él, que tendrá un legado de superatribuciones, incluido The football, el apocalíptico maletín nuclear, en cuanto tome posesión de la presidencia le quitarán la Blackberry y su cuenta en Twitter, ya que por ley todas sus comunicaciones han de quedar registradas y protocolizadas, además de que habrán de circular por canales seguros, a prueba de intrusos. De ello se encargará el National Communications System -NCS-, una institución creada por Kennedy después de la peligrosa crisis de los misiles, cuando se encontró con dificultades para mantener un contacto ágil con los departamentos de su Gobierno. El NCS utiliza líneas comerciales de telefonía, inalámbricas y por satélite, y de la misma época en que se instituyó data el famoso teléfono rojo del presidente, que ni es teléfono, ni es rojo, ni está en el despacho del presidente. La idea surgió a causa de que en el transcurso de dicha crisis, en la que el mundo podía haber desaparecido con la misma rotundidad que el Keyser Söze de Sospechosos habituales, el embajador ruso en Washington tenía que recurrir a un mensajero en bicicleta para llevar sus mensajes a la oficina de telégrafos.



El famoso teléfono rojo que protagonizó pelis tan descacharrantes como el Dr. Strangelove de Kubrick, consiste en un sistema de télex directo entre el Pentágono y el Kremlin que transmite cada tres minutos una página, codificaba en cinta de papel perforada. Hoy en día el teléfono rojo funciona vía satélite, uno americano y otro ruso, y ha trabajado en contadas pero excepcionales ocasiones, en el 67, en la guerra entre Israel y Egipto, durante el conflicto indopaquistaní, en la invasión de Afganistán… Continúa basándose en un sistema de texto, y mientras los operadores americanos escriben en inglés y con alfabeto latino, sus homólogos rusos lo hacen en ruso y con alfabeto cirílico. En ambos casos los mensajes se traducen en destino, y aunque se utiliza poco, los operadores lo prueban y ejercitan cada día. De hecho hay una piquilla entre ellos que cristaliza en el reto de ver quién plantea los textos más difíciles. Los rusos envían retorcidos párrafos de novelistas del XIX; los americanos hacen músculo con recetas de comida mexicana cargada de especias… Lo mejor que le podemos desear a Obama, aparte de que supere los retos a los que se tendrá que enfrentar, es que estos anónimos operadores continúen amenazándose con relatos de Chejov y desbordantes y especiadas fajitas de pollo.

POE. BICENTENARIO.

| lunes, 19 de enero de 2009 | 19:32


Nunca he pasado tanto miedo leyendo como cuando leí La Caída de la Casa Usher. Esta noche brindaré de nuevo por ti, maestro...

Blow-up

| domingo, 18 de enero de 2009 | 23:04




Como decía Tolstoi todos los periodos de bonanza se parecen, pero cada crisis es complicada a su manera. Y a la crisis patria, aparte de todos los males desconocidos, se le ha unido uno muy familiar: la financiación autonómica. Ya he repetido hasta la saciedad que intentar contentar a todo el mundo es el camino más rápido para fracasar. Ese rollo de intentar integrar por diferencias ya no se lo cree nadie, y lo de a ti te doy por bilateral, a ti por multilateral o por dispersión geográfica o por coste diferencial de la lengua o por envejecimiento del personal, tampoco cuela. Lo único evidente es que ahora este circo está regido por el Schadenfreude, es decir, por esa felicidad que resplandece más ante el resentimiento de los otros; vamos, el hispánico para triunfar de verdad los demás tienen que fracasar. Todo se ha reducido a una lucha sin tapujos por el pedazo más grande del Estado, lo que finalmente conlleva un reino de taifas, una atomización que acabará estallando por las violentas contradicciones que implica. Aunque me temo que las costuras acabaran estallando antes por cuestiones políticas, porque ningún navío puede ser dirigido por cinco capitanes a la vez o por un capitán cuyas decisiones estén condicionadas por el resfriado de un grumete.

En el fondo de todo este follón subyace lo de siempre: el miedo. Porque no es el poder el que corrompe, sino el miedo a perder ese poder, y a su vez el miedo al látigo del poder corrompe a los que están sujetos al mismo. No obstante, los ciudadanos debemos tener meridianamente claro que tan peligrosos como los regímenes totalitarios es el uso indiscriminado de la tolerancia, y que si a los niños se les riñe porque rompen cosas, también hay que enseñarles lo que hay que romper. El statu quo actual es una de esas cosas que alguien debe de cortar antes que el cúmulo de negligencias, clientelismos y corruptelas infecten de tal manera al Estado que este adelgace hasta unas anoréxicas y peligrosísimas proporciones. Nada de agachar la cerviz, nada de esconder las heridas no vayan a disgustar al verdugo; la adoración del fetichismo fragmentario que acusa la posmodernidad no tiene nada que ver con el Estado. Porque la libertad no significa ausencia de normas ni de deberes ni de límites ni de autoridad. Porque, como Saint-Just, yo también le tengo menos miedo a la austeridad y al delirio de unos que a la ductibilidad de otros. Porque cuando uno no puede usar topónimos españoles en una provincia que ha estado toda la vida en el mapa patrio, es que la cosa ha empezado a joderse.

Moravia del norte y Silesia

| martes, 13 de enero de 2009 | 0:06


Catorce grados bajo cero. Grog y vino caliente especiado. Sky de fondo. Polaco. Checo. Alemán. Pueblos y más pueblos de nombres extraños. El cielo lleno de cohetes en el cambio de año. Vino blanco moravo. Goulash de ciervo. Lukás Kotek hablándome de su labor en las ONGes de Namibia y Afganistán con ese extraño acento igual al de Werner Herzog. Su mujer siempre sonriente, cultísima. Darina sentando cátedra sobre las repúblicas post-soviéticas. Mahony borracho con otro grog. Yo borracho con otro slivovice; entre shot y shot pienso que la belleza de Otti es una injusticia, toda belleza es una injusticia. Pero ella está feliz, es lo que importa. Dan ganas de verla dormir durante 300 años, porque sabes que nunca te cansarías del espectáculo. Y un extraño cantante checo de la Guerra Fría, en blanco y negro, igualito a Raphael, en la tele. Y unos polacos borrachos todo el día en el salón central. Y los alemanes que siempre intentan quitarle el sitio a los polacos en un ritornelo histórico. Y el sonido seco de las bolas de billar…
En ningún lugar de Chekia vi el maleficio ni el hedor ni los vampiros hibernados ni los Gólems ni las fuerzas negras que te transforman en una cucaracha y que al final te obligan a suicidarte en el Moldava. Debe ser porque no era desgraciado. Y se lo pregunto a Franz, cuyo rostro me observa desde las tazas de café en las tiendas para guiris: ¿valió la pena todo lo escrito a cambio de una vida patética, angustiosa, neurótica?, ¿lo valió Franz? Y él me contesta…
Todo se aleja, todo va cayendo en la trampa del tiempo. Todo es un puñado de agua. Por eso está prohibido despreciar el presente: es lo único que tenemos.














Profesionalidad cheka

| lunes, 12 de enero de 2009 | 12:05


¿Qué es esto? Pues esto es nada más y nada menos que un abridor para las botellas de cerveza. Hay uno en cada vagón de los ferrocarriles checos. Que vaya tomando nota Renfe. Ver para creer.

Bocatto di Cardinale XXVI

| jueves, 8 de enero de 2009 | 11:57


LA VIDA SECRETA DE WALTER MITTY. James Thurber. El Acantilado.

GAZA

| martes, 6 de enero de 2009 | 14:34


Vamos a ver cómo lo digo para que se me entienda: NO SE PUEDE MATAR NIÑOS, HOSTIA. En una guerra puedes hacer muchas cosas, pero NO SE PUEDE MATAR NIÑOS. Tiene que haber límites. Tiene que haberlos.

Pravé jsem dorazil do Prahy

| lunes, 5 de enero de 2009 | 0:25


Recién llegado a Praga para seguir haciendo el guiri, esta vez por Mitteleuropa. En esta foto sonreía mucho, pero estaba literalmente CAGADO de frío: seis grados bajo cero y descendiendo. El culpable fue mi hermano Miguel Ángel Mahony, que me convenció para hacer un recorrido por Chekia y ponernos morados de grog. Praga tan memorable como siempre, y aunque el cava checo y el café de los hoteles son un acto de terrorismo denunciable ante la ONU, la gastronomía y el slivovice hace que no se pueda estar más de dos semanas seguidas en el país porque sencillamente el cuerpo no aguantaría las pitanzas. De hecho, voy a inaugurar una sección nueva en mi blog: GASTRONOMÍAS DEL MUNDO MUNDIAL. No obstante, el objetivo no era Praga...