Pravia viaja, Pravia escucha

| sábado, 15 de noviembre de 2008 | 12:08



En las jornadas literarias de Pravia venimos a arreglar el mundo, o por lo menos a intentarlo. Y para ello utilizamos la herramienta de la literatura, un instrumento regulador que ayuda a equilibrar los desajustes sociales, compensa miserias cotidianas, e impone una justicia poética diferente de la humana. Alguno pensará que los miembros de la Asociación de Escritores de Asturias somos unos ilusos, y yo le confirmo que sí, afortunadamente sí. Y unos optimistas, porque perder el optimismo significa abrir las puertas a cosas terribles. En esta labor vitalista, en esa visión que en su momento tuvieron gente como Javier Lasheras –lean su maravillosa poesía en Fundación- y apoyaron escritores como Pepe Monteserín –su obra La Conferencia les entusiasmará-, se contó con la ayuda inestimable del Ayuntamiento de Pravia. Un empeño sobresaliente de un concejo donde no sólo reina el homo economicus, que entiende que la poesía no siempre ha de ser devorada por la política, y cuyo marco natural añade un lujo emocional que demuestra que no hace falta ser un Denis Tito y gastarse veintidós millones de euros por una semana a bordo de la estación espacial internacional, basta con un paseo diletante y divagatorio, y quizás con un par de euros para tomarse un café en cualquiera de los bares de Pravia.

En este ambiente de fiesta, y en la biblioteca pública municipal Antón de la Braña, eje del dinamismo cultural del concejo, Rubén Rodríguez, presidente de la asociación de escritores, acompañado por un representante de la consejería de cultura del Principado y Don Juan Antonio de Luis Solar, alcalde de Pravia, se encargaron de estrellar una botella de champán virtual contra la tarde de hoy para inaugurar las VIII jornadas de literatura. Entre el público la mezcla de miembros demuestra, como cada año, que la juventud no es sinónimo de originalidad como madurez no lo es de sabiduría y paciencia. Hablando con Jorge Ordaz me encuentro con la insaciable curiosidad de un crío; compartiendo impresiones con Alejandra Sirvent te das cuenta de que desprende un aire sabio, de quien está convencida de que la capacidad de sentir y pensar la belleza y el orden no es inferior a esa belleza y ese orden. Y sentados aquí y allá, José Havel, Eva Vaz, Herrero Montoto, Manuel García Rubio, Miguel Rojo, José Luis Piquero, Pelayo Fueyo… Mientras, Elvira y Covadonga, eficaces hasta la saciedad, mantienen firme el timón de la organización a base de hierro y terciopelo

El primero en tomar la alternativa es Diego Medrano, que presenta al inconfundible Luis Antonio de Villena. Diego es uno de esos tipos que escriben cada página como si fueran la última, y despliega todo el espectro semántico en el preámbulo, para que Luis Antonio nos demuestre entonces que nosotros tenemos los relojes, pero él tiene el tiempo. Habla de escuchar, el placer de escuchar, de entender, no para defender tu opinión ni seleccionar lo que apoye tus teorías, sino para aprehender con el fin de implicarnos moralmente con el vecino. Habla de su sentido terapéutico, de su utilidad para leer la sociedad, habla con pasión, con capacidad para contar, con mucho sentido del humor, habla, habla, habla… y nosotros escuchamos.

A continuación es el turno de Javier Reverte, presentado por la voz profunda y calma de Alberto Piquero. Previamente, compartí mesa y mantel con Reverte y, sinceramente, fue una delicia. Es un tipo irónico, educado, ameno, no sujeto a escalafones ni compromisos. Imprescindible que ustedes lean su última obra, Venga a nosotros tu reino. Y con él llega el placer de viajar; los fríos heladores del ártico y el polvo reseco de los desiertos más herméticos de un planeta en el que de 6500 millones de personas, 191 viven en países distintos al de su nacimiento. Nos habla de lugares donde no te encontraría ni Dios, ni siquiera Google; del choque frontal con la diferencia, de la obligación de redefinirte, de volverte más sensible a lo que acontece a tu alrededor y desarrollar un pensamiento y una estética alternativa. De esa geografía que no es sólo física, sino personal, y que al igual que Drácula nos incita a recorrer las calles atestadas, sumergirnos en el torbellino y la avalancha de humanidad, participar de la vida, del cambio, de la muerte y de todo lo que hace al mundo ser como es.

Cuando los griegos se refieren al arte hablan del ritmo, pero no como un fluir, sino de algo que mantiene al ser humano en sus límites. Argumentan acerca del ritmo de un edificio o de una estatua, piensan en el ritmo de la danza o de la música. En Pravia suena ahora ese ritmo de las estatuas, la danza o la música: suena el ritmo de la literatura, una literatura alejada de los fraudes del mercado, de la consagración de las ventas, de la falta de criterio, de la posteridad en función de las entradas en los buscadores de la red. Una vez que han comenzado sus noches y sus días, y como decía Eric Clapton, lo único seguro en este instante es que no quiero ir a ningún sitio, y eso ya es algo para alguien que antes corría sin parar.