Lo que hay que tener

| jueves, 16 de octubre de 2008 | 0:11





Ah… oigo pronunciar la palabra NASA y escucho los vientos solares, el ruido galáctico, los agujeros negros, la energía oscura, las gigantes rojas, las enanas blancas, las cuerdas y supercuerdas, los agujeros de gusano, el túnel cuántico, el horizonte de sucesos… NASA, como todas las palabras anteriores, suena a algo equidistante entre álgebra y música, y a mí siempre me hace rebosar orgullo que una fortuita ocurrencia cósmica, una diminuta ramita en la enorme arborescencia de la zarza de la vida, como nos define Stephen Jay Gould, haya logrado crear la NASA y con ella superar nuestro eterno miedo a elegir entre libertad y seguridad, y jugarnos los cuartos en una partida gigantesca en la que nuestros faroles se llamaban Explorer, Voyager, Mariner, Columbia, Galileo, Apollo, Pioneer, Viking, Hubble, Phoenix Lander, Estación Espacial Internacional…

Ahora que la NASA cumple cincuenta años es el momento de recuperar aquel impulso abandonado cuando perdieron a su enemigo íntimo, la URSS, que tanta caña les dio y que sin duda fue el acicate que les hizo realizar todas aquellas proezas legendarias. The Right Stuff, Lo que hay que tener, es una frase que repetían constantemente en Elegidos para la Gloria, la épica, irónica y desmitificadora novela de Tom Wolfe -brillantemente adaptada al cine por Philip Kaufman-, en la que narra los primeros pasos de la frenética y a veces suicida carrera espacial estadounidense, protagonizada por tipos tan geniales como chiflados que la noche antes de meterse en un cacharro volador para batir el récord de velocidad o rozar la estratosfera con el morro de sus aparatos, se estaban emborrachando en un bar perdido en medio del desierto. Si necesitaban algún enemigo íntimo para recuperar lo que hay que tener, que no se preocupen, los chinos y sus taikonautas han cogido la antorcha y ahora ponen en órbita algo más que las patatas que les reprochaba Mao. De hecho, los americanos ya van cayendo del guindo y han empezado por algo: contra el diseño del logotipo gusano, han vuelto a recuperar el de toda la vida, el diseño albóndiga, con el que lograron sus conquistas más atronadoras.

Ahora que se acaba una época y comienza otra y nadie sabe cuáles serán sus perfiles; ahora que la política fracasa como instrumento regulador de miserias y desajustes sociales, en estos tiempos descreídos y antiépicos, nos queda otra justicia poética diferente fuera de la Tierra, un futuro que pasa por la conquista del Cosmos, como aseguro Neil Armstrong en la celebrada gala del Smithsonian en Virginia. Si bien ha habido desastres, Columbia, Challenger… el mayor desastre sería olvidarnos de la responsabilidad que tenemos para con las generaciones futuras, depositadas de momento en el desarrollo de la futura cápsula Orion, que debería despegar en el 2014 con la Luna como objetivo, el paso previo a grabar las estrías de nuestras botas espaciales en el rojizo polvo de Marte. Y que los talibanes de toda calaña sigan prohibiéndonos hacer volar cometas. Je.