| viernes, 3 de agosto de 2007 | 12:31



LA YIHAD Y EL GRAN NO


¿Alguien se preguntaba cómo era posible que tipos con carrera y que tomaban el desayuno en Starbucks se dedicasen a estrellar Boeings contra rascacielos y a autoinmolarse en piras sacrificiales? Les voy a resumir el programa de estudios 2007-2008 de una madraza cualquiera para que saquen sus propias conclusiones. 1º) Cójase a un chico y enciérrelo en una institución total, donde nunca se cuestionará al maestro y sus deseos se convertirán en convicciones. 2º) Durante ocho años estudiará el Corán, los dichos de Mahoma, jurisprudencia islámica, lógica y árabe, mucho árabe. 3º) Se memorizará todo a base de repetición. 4º) Se rezará tres veces al día más una jaculatoria antes de acostarse. 5º) Cuando se levanten con el almuédano, otra plegaria más, no vaya a ser. 6º) No hay televisión, ni Internet ni libros, si quieres juerga te vas a la mezquita. 6º) Todo es gratuito, tanto las clases como la manutención. Conclusión: Agítese todo antes usarlo y tendrá a un individuo que ha perdido su individualidad en aras de un régimen de vida que estructurará tanto su personalidad como su visión del mundo. Lo curioso es que mientras numeraba este artículo y cruzaba esa sutil línea que separa la religión de la ideología, me acordé de los usos y costumbres de una iglesia como la española que ahora clama desaforadamente contra la asignatura de ciudadanía. Durante cuarenta años han sermoneado desde la verdad absoluta, han normado cómo tenía que comportarse la gente, lo que se podía leer y visionar y desear, lo que podíamos o no tocar… Conclusión: alguien en el seno eclesiástico debe de echar de menos aquellos tiempos de poder y gloria. Y esos alguien -que yo como optimista irredento espero que sean minoría-, deseantes de un retorno a una sociedad sin discurso ni aristas, sintética y aséptica como uno de esos zumos de naranja que no saben a zumo de naranja, se han puesto a organizar una versión castiza de la Yihad. Esta ofensiva religiosa contra los valores cívicos y los derechos humanos va en la línea de siempre: un gran No. No a la ley del divorcio, no al derecho al aborto, no al matrimonio entre homosexuales, no a la investigación con células madre embrionarias, no a la eutanasia, no a la educación de la ciudadanía… y todo así. Da igual que tú no comulgues con los preceptos de la Conferencia Episcopal ni que la misa tridentina en latín y con el ejecutante de espaldas a los fieles no te acabe de poner. Es indiferente que los no católicos no deseen una enseñanza confesional que, en muchos casos, va contra la Constitución y la democracia. No tiene importancia que haya unas leyes por encima de las cuales ni siquiera ellos pueden estar, unas Cortes, unos tribunales. Para qué tener ciudadanos, piensan esos alguien, cuando se puede tener súbditos. Y yo cuando pienso en ellos pienso lo mismo que Bogdanovich hablando del cine después de ver una película de Lubitsch: cómo hemos podido ir tan lejos en la dirección equivocada. Lo dicho, nostalgia del antiguo poder, del pasado control sobre los cuerpos, los espíritus, los destinos, las vidas y las muertes. Señores, a ver si se van enterando, la mayor celebración de la gloria de Dios no es Notre-Dame, sino un respeto de resonancias kantianas en favor del valor de cada persona, de su individualidad, de su libertad, de su dignidad. Como decía Camus, la tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas. Así que estemos en guardia. Contra la Yihad. Contra cualquier tipo de Yihad.